- B I E N V E N I D O S -



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sábado, 20 de junio de 2020

SUCESOS Y ENCUENTROS (2019)

(Este sueño es de Enero del 2019, no sé porqué no lo publiqué en esas fechas y lo dejé como borrador. Mantendré todo tal cual lo escribí en ese momento).

Desde la ventana de mi habitación actual, mi hermano roomie (Pablo) y yo veíamos asombrados, pero tranquilos y felices, una gigantesca y brillante esfera metálica, de un gris medio, ni muy oscuro ni muy claro, flotando lentamente a una altura muy cercana, en dirección a Francisco Bilbao, perdiéndose entre los edificios. Era una esfera enorme, muy hermosa, que sólo tenía una especie de cinturón metálico prominente que recorría su centro de forma horizontal quebrando su simpleza, y que emitía un sonido muy leve, constante y agradable.

El día estaba despejado, el cielo gozaba de un celeste radiante y probablemente hacía ya algo de calor -visualizando un día de verano, a unos 27 grados centígrados-, probablemente eran las 9 de la mañana, por la postura en que el Sol se encontraba en el sueño.

Luego nos divisaba en el bandejón central de la calle Pocuro, donde están las ciclovías, vías de arena para correr y zonas de pasto -sin recordar exactamente a que altura nos encontrábamos-. En este punto estábamos de pie sobre los arenales, mi hermano estaba con su actual polola y algo que parecía ser su mascota -detalles de estos últimos no recuerdo bien-, pero ella vestía su típica tenida all black y él su polera color conchevino -rojo guindo o rojo vino- y jeans, y la mascota era algo mediano y peludo, entre café, negro y algo de blanco. Yo, por mi parte, vestía mi camisa de franela estilo leñador de cuadros rojos y negros, abierta y arremangada, unos pantalones café claros -entre madera y caqui- un poco arremangados también, un par de sandalias de playa, negras con rojo, que uso para la ducha, y un inusual casco de bicicleta blanco -estilo de bici de ruta, con ventilaciones y sin visera- (si, un outfit no muy cool). Estábamos parados conversando muy tranquilos y observando como una multitud de gente en bicicleta -con ropas frescas- avanzaba lento ocupando por completo toda la calle, en dirección contraria a la que se había dirigido esta gigantesca esfera metálica. Recuerdo sus caras, todas llenas de calma, incluso nosotros... No estábamos preocupados por nada habitual, parecía un domingo cualquiera.

De pronto comenzábamos a caminar por el espacio de arena en la misma dirección que la multitud en bicicleta, hasta que me puse a correr -sin tener razón ni motivo aparente, de hecho, en el sueño mismo me lo cuestioné- a toda velocidad, sin desesperación pero a todo lo que daba, dejando a mis amigos atrás -caminando ellos en calma-. En mi no sentía angustia -repito, fui consciente de aquellas percepciones sentimentales y cuestionamientos racionales en el sueño-, ni urgencia, ni afán de competir, sólo me puse a correr como un niño -extrañamente, y ahora que lo pienso, pocas (o nunca antes) veces en mis sueños he podido sentir la sensación de velocidad al correr, ya que casi siempre me veo oprimido contra el suelo sintiendo el peso de la gravedad y la debilidad de mi cuerpo que no me deja avanzar cuando necesito escapar o llegar primero que alguien o algo a algún punto-, me sentí liviano y también muy cómodo a pesar de mi confuso ropaje. En un punto me detuve, sin cansancio ni ninguna sensación de agotamiento o estrés. Acá, súbitamente, mi gorra cambió a mi dadhat negra con aquella visera que fácilmente pude reconocer ocultándome la mirada. Aquí estaba con un grupo de amigos que no recuerdo, ya que los vi más como una masa borrosa y medio oscuro -de entre los cuales no se con exactitud si se encontraba mi hermano y su polola-, con los cuales sostuve una breve conversación -que no recuerdo- la cual se vio interrumpida por la imagen de mi última polola, la cual observé a un par de metros a mi izquierda -dirección en que la manada de ciclistas iba-. Ella vestía un outfit negro completo -típico de ella-, con una sudadera sin mangas que dejaba ver sus hombros, unos jeans negros también semi arremangados, zapatillas blancas y una gorra estilo militar -de esas cuadradas-  color verde  completa -un verde medio apastelado, entre oliva, anis y crema-, que cubría sus ojos pero dejaba ver su clásico moño estilo tomate sobre su cabeza. Ella estaba de costado a mi a unos 15 metros, rescatando y bebiendo agua de esos bebederos que hay al costado de las zonas de pasto para las personas que ejercen el running, con una botella plástica transparente, estilo deportiva, con dispensador, que hacía juego con su gorra.

Al momento de verla observé su intensión de ocultarse, me vio algo así como de reojo y de inmediato giró su cuerpo para darme la espalda. En ese mismo instante su voz llegó a mi cabeza con mucha claridad y potencia diciendo una sola frase; "me siento melancólica". Ahí, sin pensar -porque típico que antes de una acción hay una milésima en donde llega un pequeño pensamiento de duda que te hace no actuar, que al final es un prejuicio... En este caso pudo ser un; "no quiere verme", "ya es cosa del pasado", "no es mi problema", debo estar aquí, este es mi presente", etc...- corrí hacia ella con la misma velocidad anterior, sin importar lo que me decía o lo que sucedía en ese instante con este grupo de personas que me detuvo -no sentí la sensación de interrupción por su parte, de hecho, fue mi voluntad estar ahí con ellos conversando, como fue mi voluntad también dejar de hacerlo bruscamente y salir corriendo-. Mi carrera fue instantánea, sin pensar, sólo sintiendo una visceral y natural intensión de llegar hasta ahí, y al hacerlo, ella se encontraba aun dándome la espalda pero agachada en cuclillas en el límite  entre la zona de arena para correr y la zona de pasto para descansar. En este momento ella tenía puesta su chaqueta de mezclilla celeste clara (y el resto de ropa igual que antes), y luego de un segundo de calma y contemplación, puse mis manos a los costados de sus hombros -no tan abajo ni tan arriba, y tampoco de manera brusca ni con fuerza, pero firme, sin el afán de hacer sentir ni sentirme apresando ni capturando, tampoco poseyendo- con el también natural y noble deseo de transmitirle un conjunto variado de buenos sentimientos que en ese momento fluían con vibrante alevosía por mi ser -y que quizás, mantuve por mucho tiempo dentro mío de forma real (sentimientos que, valga decir, durante nuestra relación siempre transmití para hacerla ver lo que realmente ella era, y hacerla sentir como realmente debía sentirse por todo lo que ella tenía; belleza, actitud, nobleza, inteligencia, seguridad, sabiduría, simpatía, amabilidad, amor, etc...)-.

Estuve un par de minutos así, contemplando su espalda sin ver su rostro y sólo preocupándome por entregarle cosas buenas y bonitas con ese gesto de unión y compañía. Fue un lapso francamente hermoso y especial, donde no sentí la necesidad de nada más, y donde todo a mi alrededor se detuvo, mi cabeza sobretodo. Luego de un tiempo conectados, por atrás nuestro pasa caminando con tranquilidad mi hermano y sus dos acompañantes, soltando una frase que en ese momento sentí, fue con el afán de completar una parte de lo que podía ser el rompe-cabeza que armaba dentro suyo esta mujer; diciendo un calmado "buena Félix". Aclarando y evidenciando así, -por si la subjetividad de la escena aun dejaba dudas- aun más el hecho de que era yo ese personaje que se encontraba tras ella, haciéndolo racional y real, claro y conciso, duro y tangible, "si, era yo" sin absolutamente ninguna posibilidad de equivocarse... En ese momento la apreté con un poco más de fuerza, empujándola firmemente hacia mi, quedando recostada sobre mi muslo derecho, y dejando su rostro frente al mío, para contemplar como acto final, una leve sonrisa proveniente de sus labios, que era junto con la punta de su nariz, lo único que dejaba ver su gorra.



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